Buscando la espiritualidad

Benarés, 16 de septiembre

Nuestra llegada a Benarés ha sido movida. Según nos hemos bajado del tren varios hombres nos han asaltado ofreciéndonos su servicio para acercarnos en Tuk-Tuk a nuestro hotel. Ayer decidimos buscar el alojamiento por nuestra cuenta ya que el socio de Raj nos ofrecía un hotel cuyas habitaciones costaban 3500 rupias.

Para evitar que nos llevasen a los hoteles que ellos quieren, a Diana se le ha ocurrido decir que teníamos una entrevista con la gente de una ONG de aquí de Benarés cerca del ghat Meer. Después de decidirnos por un medio de transporte para 6 personas, que realmente era un coche para 4, el conductor nos ha dicho que no podía llevarnos porque las calles eran muy estrechas y que cogiéramos un Tuk-Tuk. Buenísima la imagen de Julián delante entre el conductor y yo, con la palanca de cambios entre sus piernas.

El Tuk-Tuk supuestamente no podía pasar a partir de cierto punto y hemos tenido que coger las mochilas e ir andando buscando algún hotel o guest house donde pasar la noche. Hemos tenido buena suerte y el dios del viaje nos ha premiado con un hotel con unas habitaciones bastante limpias y muy barato, 1500 rupias por cada una de las dos habitaciones. Antes hemos preguntado en otros dos hoteles en los que no nos han acogido ya que eran hoteles solamente para indios.

Después de una merecida y necesaria ducha, hemos subido a desayunar a la terraza de hotel, donde el personal ha acabado con nuestra paciencia. Un total de 7 hombres para no hacer nada correctamente. Nos ha costado hasta pedir una botella de agua embotellada.

Con la barriga llena hemos dado nuestro paseo por Benarés. Esta ciudad es distinta a todas las que hemos estado antes. Aquí no hay ni fuertes ni palacios ni templos espectaculares (algo que hemos agradecido). Esto es la India en estado puro: calles plagadas de motos, coches y bicicletas, mercados, animales y peregrinos. La pobreza aquí también es bastante más visible que en otras ciudades, hay mujeres que te piden leche para sus niños, niños que te piden comida y dinero... bastante más crudo que los históricos lugares que hemos visitado antes. Después de ver dos pequeños Ghats donde la gente se bañaba y simplemente pasaba el rato como si de una playa de Benidorm se tratara (con el agua bastante más sucia eso sí), hemos decidido preguntar por uno de los Ghats principales donde se realizan las cremaciones.

Después de callejear durante más de media hora por una especie de bazar entre todo tipo de basura, hemos seguido a un grupo de gente que se colocaba en fila para entrar en lo que después hemos sabido que era un templo hinduista bastante amenazado por extremistas islámicos. En las callejuelas había montones de policías-militares con unas escopetas propias de la guerra civil española. Aún así imponían.

Hartos de preguntar, hemos encontrado a un chico que nos ha guiado hacia uno de los ghats. Después de advertirnos seriamente que no podíamos sacar la cámara, nos ha llevado hacia la terraza de uno de los hospitales donde la gente espera la muerte par ver la ceremonia de cremación. La gente viene a Benarés, para morir, ya que según las creencias hinduístas, si mueres aquí o en un radio de 60 kilómetros, cierras el ciclo de reencarnaciones y alcanzas el Nirvana. Es por esto que en la ciudad hay muchos ancianos y enfermos. Desde la terraza nos ha contado que se necesitan unos 300 kilos de madera a 150 rupias el kilo (es decir una auténtica pasta para los indios) para quemar uno de los cuerpos. Nosotros habíamos visto ya a un hombre bajar con unos maderos hacia el río, pero no se nos había ocurrido pensar para lo que era la madera... inocentes que somos, Mabel le había llamado el tio de la vara.

Los cuerpos los transportan una de las castas más bajas envueltos en sábanas doradas y los llevan hasta una zona (donde nos encontrábamos nosotros) con montones de maderas y con una hoguera gigante en medio. La ceremonia no es lo que se puede decir bonita... de hecho llamarlo ceremonia es ser demasiado optimista.

La crecida del río no nos ha permitido ver los ghats tal cual son, apenas había escaleras y los templos (tampoco parece que merezcan mucho la pena) estaban cubiertos por el agua. Aquí hay que venir antes del monzón. La gente tampoco se baña en exceso en las orillas y los barcos no salen por ser peligroso. Es decir, que todo el deseo que tenía Diana de ver Benarés se ha visto diluido por el agua. El dios del viaje la ha castigado.

Así al menos Diana tiene un motivo para volver a la India, ver Benarés y sus ghats sin crecida, porque el resto de nosotros sinceramente no. Benarés para casi todos es prescindible, ni espiritualidad ni nada, esto es una guarrada. Eso sí, lo de ver las cremaciones tampoco es para tanto y no impresiona ni huele mal.

Mi frase respecto a Benarés creo que define bien lo que nos ha parecido esto: "Una puta mierda, y sin monzones, sólo una mierda". Según Mabel, a lo mejor no hemos tenido la suerta de poder conocer su encanto. Según Julián lo único interesante de Benarés es que el Ganges pasa por él. Javi dice que no merece la pena pasar 14 horas en un tren para venir a Benarés y Encarnita se queja de que esta ciudad le ha quitado el buen sabor de boca que la India en general y el Taj Mahal en particular, le habían dejado el día anterior. Diana no está de acuerdo con nosotros, para ella no es bonita, pero ves cosas que no ves en cualquier parte del mundo.

El resto del día nos lo hemos pasado entre un restaurante y el hotel, la lluvia nos ha quitado las pocas ganas que teníamos de ver el resto de esta ciudad. Quien quiera venir, advertido queda, antes del monzón y como mucho pasad un día.

Mañana cambiamos de país. Seguro que agradecemos la tranquilidad de Nepal y la belleza que  Katmandú pueda ofrecernos. Sentimos no tener alguna foto más de Benarés, pero estas dos son las únicas que tenía en mi móvil, y creo que mis compañeros de viaje tampoco han hecho ninguna más...