domingo, 11 de septiembre de 2011

Lloviendo en el desierto

Desierto de Jaisalmer, 7 de septiembre

Un día más, después de nuestro ritual de purificación mañanero a base de malarone y relec, cogimos la carretera camino del desierto de Jaisalmer. Las carreteras por esta zona están bastante bien. Por el camino vimos una especie de romería de gente peregrinando hacia un templo.

Llegando al resort del desierto (demasiado optimista esto del "resort"), el paisaje empezó a cambiar. Javi nos dijo que Se veían las dunas inmovilizadas por la vegetación porque aquello en el pasado era todo desierto. Cientos de aerogeneradores estropeaban el paisaje que perdía cierto encanto.

El "resort" del desierto eran un conjunto de chozas con el techo de paja, sin luz eléctrica ni ducha y una letrina para todos fuera en un patio. Tan preocupados por no coger la malaria el día anterior y ahora por no tener casi no tenemos ni agua corriente. Al día siguiente además descubrimos que las chozas estaban llenas de ratas como pudimos comprobar por la mañana cuando vimos dos ratas salir de nuestra cabaña, cruzar el patio y meterse en la de Emily, una turista inglesa que conocimos que estaba recorriéndose el mundo ella sola.




En el desierto hicimos un "Camel Safari", que no era más que un paseo en camello que resultó pasado por agua. Lo cierto es que desde que salimos, el cielo no pintaba muy claro, y de hecho estaba chispeando. Después de 15 minutos de camino empezó a caer la lluvia con fuerza, hasta el punto que se crearon ríos en la pradera donde estábamos y los camellos no querían pasar por ellos. Nosotros nos tuvimos que resguardar debajo de una lona con 6 niños y un camello incluido que le dió por hacer del vientre en ese momento. Después de media hora bajo la lona, la lluvia paró ligeramente y decidimos continuar hasta las dunas que veíamos al fondo.

Este desierto es un tanto extraño, parece más un paisaje de la sabana africana. Hay dunas y zonas más áridas, pero también hay zonas tan verdes que parecen un campo de golf. Una vez llegamos a las dunas y vimos la vista desde allí, bajamos de vuelta a nuestro "resort de lujo". Pudimos observar unos antílopes corriendo y camellos salvajes y también pulgosos. En este accidentado safari Mabel y Encarna tuvieron su momento India para sibaritas. Encarna, que la pobre no llevaba ni chubasquero ni nada para taparse, cogió el paraguas del dueño de los camellos, pensando que era de Emily, la chica inglesa que se lo había cedido. Cuando subió al camello se lo dejó a un niño y al ver que el niño no se lo devolvía una vez encima del camello y se lo daba a su dueño no pudo más que exclamar cual sibarita "Vamos hombre, les pagas para que te den un paseo y encima te quitan el paraguas".

El otro momentazo fue el de Mabel, cuando vió que el niño que llevaba su camello soltaba las riendas y se iba corriendo y le empezó a gritar que qué hacía, que volviera ipsofacto a coger al camello. El pobre niño había perdido la chancla en una de las riadas y lo único que quería era recuperarla, pero por no ofender a la malvada Mabel, prefirió perder su único calzado... Menos mal que Mabel se dió cuenta de lo que realmente le pasaba y le dijo corriendo que fuera a por su chancla.

En la choza nos cambiamos la ropa empapada y tuvimos que aguantar la música típica india durante 3 horas... daba igual que te fueras de donde estuvieran, que ellos se iban y se ponían otra vez a tocar, y la primera vez hace gracia, pero después de 20 canciones iguales lo único que quieres es que paren. Quisimos torturar a estos músicos metiéndoles en una de las chozas con el último disco de María del Monte en bucle, pero finalmente desistimos.

Después de la cena que hicieron con velas porque tardó más de dos horas, nos dieron la oportunidad de dormir en el desierto o en la choza, es decir de elegir rata o lluvia. El resto de la gente de allí eligió rata, pero nosotros seis prefirimos lluvia en el desierto. Así que nos prepararon un carro rociero con las mantas y los catres donde dormir y allí que nos montamos para ir a dormir en las dunas. Según nos subimos todos íbamos tan contentos cantando el "yo iba de peregrina y me cogiste de la mano", bueno todos, menos el pobre hombre que le tocó irse con los 6 retrasados que habían elegido lluvia a pasar la noche a la intemperie.

Según llegamos el hombre nos advirtió que pasase lo que pasase y cayese lo que cayese, no podríamos volver al hotel hasta la mañana siguiente. Pese a insistirle que durmiese en una cama nuestra, que nosotros nos apretábamos, no quiso. Allí nos preparó los catres, uno junto a otro, y fue tumbarnos (con las nubes que había ni estrellas ni nada) y empezó a caer el diluvio universal. Asi que el hombre nos puso un plástico por encima, como hacen las madres con la ropa cuando llueve, y a aguantar el chaparrón. No sabíamos si el plástico estaba del derecho o del revés, porque según lo puso toda la arena del desierto nos cayó encima. Encarna que si esto no se lo hacían ni a los militares de maniobras, Mabel pensando en sus padres y en los estudios que le habían dado para acabar en el desierto, Javi cagándose en todos nosotros y en  los 1250 millones de indios porque le estaba cayendo jarras de agua encima, pero todos disfrutando del castigo del dios del viaje. Porque está claro que esto ha sido un castigo por llevar pidiendo aire acondicionado y una habitación para los seis desde que llegamos, y aire hemos tenido y los seis hemos dormido juntos. Bueno, dormir los que hemos podido, es decir Javi, que fue el primero en caer y yo. El resto tampoco ha conseguido conciliar el sueño más de una hora o dos. Y es que es difícil dormir cuando estás empapado y lleno de arena. Está claro como dijo Mabel, que "ser guay es muy duro".

A las 5 de la mañana nos levantamos y dimos un paseo por las dunas mientras amanecía (nublado por supuesto) para volver de la romería a nuestro resort. Aún así la experiencia ha sido muy buena y preferimos mil veces lluvia y plástico a rata, empapados pero contentos.

Os dejamos con el video de nuestra noche en el desierto que no tiene precio:



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