sábado, 17 de septiembre de 2011

El ecuador del viaje

Agra, 14 de septiembre

La maldición de la lechuga ha actuado por quinto día consecutivo. Hoy le ha tocado gritar a Encarna, que estaba preocupada en su grito por un billete de 50 euros que no encontraba. Las chicas ya acostumbradas, han seguido durmiendo plácidamente. Por cierto, no hemos hablado de los timbres ratas típicos de los hoteles de este país. El primero de ellos lo encontramos en Jaisalmer y provocó que Javi, Julián y yo saltásemos de la cama en búsqueda de la rata. El ruido que hacen, en vez de ser un agradable ding-dong es una perfecta imitación de una rata royendo.


Hoy teníamos que cubrir la ruta entre Jaipur y Agra, unos 300 kilómetros que hemos tardado en hacer 7 horas con dos paradas inesperadas y muy interesantes: el templo de los monos y Fatharpur Sikri.




El templo de los monos está muy cerca de Jaipur. Como todo en este país está lleno de basura y muy poco conservado, sin embargo lo especial que tenía era el enclave en el que estaba, un bosque bastante frondoso. El templo por su parte también era bastante interesante, estaba en la ladera de una montaña y era diferente a lo que habíamos visto antes, con estanques donde los múltiples peregrinos se bañaban, dando mucho color al lugar. Monos, monos, tampoco había cientos, pero sí los suficientes para sentirse rodeado por ellos. Como bien dice Mabel, este país es una gran cuadra. En lo alto del templo había un hombre cuidando a los monos que fue también poseido por la monja Tatiana y nos persiguió hasta la entrada del templo para que pagásemos religiosamente las 4 cámaras con las que habíamos hecho fotografías, sólo habíamos pagado por una. Así que por primera vez durante el viaje, nos empapelaron y tuvimos que soltar 50 rupias por cada uno.


Durante el viaje paramos a comer en un sitio en medio de la carretera donde también nos dejaron bastante escocidos, 2750 rúpias por 6 sandwiches de queso y 6 coca-colas... para que os hagáis una idea por ese precio dormimos los 6 en los hoteles y también hemos cenado con 8 platos, coca-colas y cervezas (lo más caro en la India en cuanto a comida). Encima los camareros eran bastante desagradables.


Nuestra segunda parada fue Fatharpur Sikri, perteneciente ya al estado de Utah Pradesh y a unos 40 kilómetros de Agra. Fue Raj quien nos dijo que si queríamos parar en esta ciudad musulmana, ya que nosotros no teníamos ni idea de que existía este lugar. Merece mucho la pena visitarlo. La entrada es una puerta árabe de enormes proporciones que dan paso a una enorme plaza en cuyo centro se encuentra la tumba de El Santo (creo que ni nos dijeron el nombre del Santo). En uno de los laterales se encontraba la mezquita de la ciudad. Para entrar hay que estar totalmente descalzo y armarse de paciencia, en todos los días que llevamos en la India no hemos sentido tantísimo acoso por parte de vendedores: pulseras, más pulseras, collares, incensarios, elefante con elefante bebé tallados,... lo bueno es que al ser tantos y estar tan desesperados por vender, pueden sacarse buenos precios. Lo malo es que por más que les decías que no querían algo insistían hasta la saciedad. Hasta el punto que Diana compró cosas por comprar simplemente por darles la propina. En el Tuc-tuc a Mabel le endiñaron unas pulseras en marcha que tuvo que lanzar de vuelta al vendedor y un niño se agarró al tuc-tuc para bajar a la salida del pueblo donde nos esperaba Raj.


Nuestra llegada a Agra ha sido más grata de lo que esperábamos. Nos esperábamos la cloaca de la India, como nos habían dicho, pero no es para tanto, es más de lo mismo. Nuestro hostel estaba situado a 10 minutos andando del Taj Mahal e incluso desde su terraza y una de las habitaciones se podía ver su cúpula. Desde otra, se veía la entrada al Leprosario local. Estábamos todos tan maravillados con ver la punta del mayor monumento construido por amor, que lo del leprosario nos pasó hasta desapercibido. A pesar de que el recinto estaba cerrado a partir de las 18 de la tarde, decidimos dar un paseo con el objetivo de conseguir una primera vista gorrona del mausoleo. Durante el camino a Diana se le acercó un niño (aquí todos los niños trabajan llevando turistas a la tienda familiar o pidiendo comida), que, a cambio de visitar su tienda, nos llevó por un lateral de la muralla hasta un punto donde pudimos ver nuestra primera imagen del Taj Mahal de cerca. Es curioso como desde lejos parece enorme y cuando estás muy cerca se ve su tamaño real, mucho más pequeño de lo que aparenta. Al menos fue un pequeño aperitivo de lo que nos esperaba al día siguiente.


Como lo prometido es deuda, al volver pasamos por la tienda de este niño, donde nos dejó unos precios estupendos de los souvenirs sin apenas regatear. Sin duda, diga lo que diga Raj, aquí es donde las cosas pueden conseguirse a mejor precio. Una vez realizadas algunas compras, volvimos al hostel, donde  habíamos quedado con Raj para cenar a las 8 de la tarde.
Pese a que queríamos McDonalds, nuestro colega Driver obsesionado con que era su última cena con nosotros y quería invitarnos a unas cervezas, nos endiñó una vez más restaurante indio. Si algún día viene a España vamos a estarle alimentando una semana a paella y cocido madrileño. Al menos la cena nos salió bastante barata.

De vuelta al hotel se fue la luz un par de veces. La primera de ellas fue general, en la segunda sólo algunos se quedaron sin el aire acondicionado, teniendo que soportar una noche a más de 30 grados y con la tremenda humedad de este país. Esto es India.

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