sábado, 17 de septiembre de 2011

Otra maravilla del mundo conquistada

Agra, 15 de septiembre
Para ver el Taj Mahal bien hay que levantarse pronto, muy pronto. A las 5,30 de la mañana para ser exactos, y sin desayunar pusimos rumbo al Taj Mahal. Al entrar tuvimos que pasar un control de seguridad que nos daba paso a un primer patio desde el que todavía no se veía el monumento. Pasando esta puerta, por fin pudimos disfrutar de la vista completa de una de las 7 maravillas del mundo. Lo habremos podido ver cientos y cientos de veces en fotos, videos, por la tele, en Internet... pero aún así el contemplarlo en directo, ante nosotros, era una sensación sobrecogedora.


El enclave tiene muchísimo encanto, sus estanques que reflejan la figura del mausoleo engrandecen el monumento. Si no hicimos 300 fotos, no hicimos ninguna. Individuales, en grupos, en parejas, todos juntos, desde el primer estanque, desde el segundo, haciendo el pino, saltando por encima, agarrándolo, empujándolo, comiéndolo,...


El interior del Taj Mahal no merece mucho la pena, al menos comparado con su espectacular vista exterior. Tan sólo está la tumba de los enamorados y unas salas sin apenas decoración. Según salimos estuvimos un rato tumbados frente al monumento. Javi se quedó dormido y las Iscargirls también echaron una cabezada. Después de dos horas y media abandonamos el recinto pensando con pena, que posiblemente sea la última vez que lo veamos tan de cerca.


Aprovechamos que el check-out de la habitación era a las 12 y que en Agra no hay mucho más que ver, para echarnos una cabezada en el hotel antes de visitar el fuerte (sí, uno más) de la ciudad. Antes de abandonar el hotel, Raj nos pidió que escribiésemos uns comentarios en su agenda, posiblemente para mostrar a futuros turistas.

El fuerte la verdad es que no era el más espectacular ni muchísimo menos, pero al menos tenía unas vistas estupendas del Taj Mahal desde lo alto. Allí, con mi afán de dar sustos a Diana en cada esquina, acabé colándome y dándole el susto a un indio anciano al que casi mando a cremar al Ganges. Después de una hora allí, decidimos poner rumbo a la maravillla del mundo moderno, el McDonalds.


Después de comer, como íbamos a pasar la noche viajando en el tren nocturno de Agra a Benarés, pidimos a nuestro conductor que nos llevara a un supermercado donde poder comprar algunas cosas. Los supermercados aquí también están en la parte baja de los centros comerciales, bastante tristes y sin apenas tiendas por cierto, pero poco tienen que ver con los supermercados españoles. La mayor parte de la comida son guarradas tipo galletas, chocolates y patatas. De comida real había poca cosa, y encima la vendían en cantidades industriales. Sacos de arroz, fruta pasada, apenas leche,... Decidimos seguir la dieta Lays de patatas y galletas una noche más y básicamente fue eso y agua lo que compramos.

Aunque pensábamos que de ahí iríamos ya a la estación, Raj nos tenía preparada una última sorpresa. Nos llevó al otro lado del río donde pudimos ver por última vez el Taj Mahal reflejándose en el Junhare. Un broche de oro para despedirnos de esta ciudad.


La estación de tren se encontraba a 40 minutos en coche de Agra, en la ciudad de Tundla, pasando por campamentos de intocables donde la basura se acumulaba y las ratas campaban a sus anchas. La imagen de la estación era tan impactante, que creemos que la tarde-noche-mañana en el tren de Agra a Benarés, se merece un post aparte.

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