Nueva Delhi, 22 de septiembre
Acostumbrados ya a madrugar desde hacía días, hoy nos levantamos también pronto, pese a que no teníamos que madrugar, a las 7,30 estábamos empezando a amanecer. Nuestro vuelo con destino Delhi salía a las 14,40, así que después de desayunar en el hostel decidimos hacer unas últimas compras en la zona turística para acabar con nuestras rupias nepalís.
Katmandú es mucho más interesante para comprar que Delhi, aquí hay ropa de deporte a buen precio, imitaciones por supuesto, vestidos de marcas como Zara o Desigual, ropa del estilo de Natura y antigüedades más baratas que en la India, pero eso sí, los vendedores son mucho más difíciles de convencer y es difícil regatear. Por norma general te ajustan el precio, pero siempre se puede bajar.
A media mañana partimos rumbo al aeropuerto. Después de pasar 8 controles de seguridad entre revisiones de maletas, mochilas de mano, pasaportes uno, pasaportes dos, cacheos, toqueteos y demás, y no exageramos, llegamos a una sala donde nos tuvieron esperando más de una hora para poder embarcar. En definitiva, más de una hora de retraso en el vuelo.
Durante nuestro vuelo, el dios del viaje nos premió por primera vez en el día. Saliendo del valle de Katmandú y según iba elevándose el avión pudimos ver por última vez la cordillera del Himalaya. Mabel después de tener que renunciar a coger la avioneta para ver el Everest, por fin pudo ver las montañas más altas del mundo a vista de pájaro. El dios del viaje ahoga, pero no ahorca. Una maravillosa imagen para despedirnos de Nepal.
Muertos de hambre, cuando el carrito de la comida del avión llegó a nosotros, apenas quedaba nada que llevarnos a la boca y tuvimos que conformarnos con dos sandwiches para los seis y unos cacahuetes. Como dijo Mabel "siempre pensé que si no iba a comer en un avión era por no pagarlo, no porque no hubiera comido suficiente". El simpático azafato, después de tantear si Encarna era mi novia o esposa, empezó a tirarle los trastos hasta el punto de darle su teléfono para que le llamasemos para salir esa noche. Aunque Diana estaba animada a salir, el resto no teníamos muchas ganas y tampoco rupias.